EMERGENCIA CLIMÁTICA Y SISTEMA ECONÓMICO
“El
cambio climático es el mayor desafío de nuestro tiempo y nos
encontramos en un momento decisivo. Desde pautas meteorológicas
cambiantes, que amenazan la producción de alimentos, hasta el
aumento del nivel del mar que incrementa el riesgo de inundaciones
catastróficas, los efectos del cambio climático son de alcance
mundial y de una escala sin precedentes. Si no se toman medidas
drásticas desde hoy, será más difícil y costoso adaptarse a estos
efectos en el futuro”.
Estas
palabras encabezan el artículo sobre cambio climático de la web de
las Naciones Unidas. En la comunidad científica internacional existe
un aplastante consenso sobre la gravedad de la actual situación
medioambiental y las dramáticas consecuencias que esto puede tener
para la especie humana, cada vez a más corto plazo, si no se toman
urgentemente medidas para frenar este proceso de degradación. Sin
embargo, a pesar del gran número de reuniones, conferencias y
cumbres que se han celebrado para tratar el tema, ni todos los
gobiernos ni las grandes empresas están dispuestas a implantar esas
medidas, especialmente los que más contaminan.
En
esta entrada pretendo analizar algunas de las razones que explican
por qué esos estados y grandes empresas no toman las medidas que la
comunidad científica considera imprescindibles para salvar el futuro
de la humanidad en el planeta Tierra. Para eso se analiza lo que
dicen los científicos sobre la situación actual, los diversos
intentos que desde 1972 está realizando la comunidad internacional
para que se tomen las medidas necesarias para frenar el cambio
climático así como las razones económicas que en la práctica
impiden que se tomen esas medidas.
LA
OPINIÓN DE LOS CIENTÍFICOS
Numerosas
Universidades, grupos de investigación y científicos de diversas
disciplinas, han venido publicando trabajos que advierten del peligro
que supone para el futuro de la humanidad el cambio climático. En
1988 se creó en la ONU el Grupo Intergubernamental de Expertos
sobre el Cambio Climático para que realizara evaluaciones
integrales del estado de los conocimientos científicos, técnicos y
socioeconómicos sobre el cambio climático, sus causas, posibles
repercusiones y estrategias de respuesta. Es un órgano científico
que examina y evalúa la más reciente bibliografía científica,
técnica y socioeconómica relacionada con el cambio climático.
Hasta ahora ha preparado cinco informes de evaluación.
En
el resumen del quinto informe de evaluación, elaborado en 2013 y
publicado en la web de las Naciones Unidas, se recogen las siguientes
conclusiones:
“De
1880 a 2012 la temperatura media mundial aumentó 0,85 °C.
Los
océanos se han calentado, las cantidades de nieve y hielo han
disminuido y el nivel del mar ha subido. De 1901 a 2010, el nivel
medio mundial del mar ascendió 19 cm, ya que los océanos se
expandieron debido al hielo derretido por el calentamiento. La
extensión del hielo marino en el Ártico ha disminuido en cada
década desde 1979, con una pérdida de 1,07×106 km2 de
hielo cada diez años.
Debido
a la concentración actual y a las continuas emisiones de gases de
efecto invernadero, es probable que el final de este siglo la
temperatura media mundial continúe creciendo por encima del nivel
preindustrial. Así, los océanos se calentarán y el deshielo
continuará. Se estima que el aumento del nivel medio del mar será
de entre 24 y 30 centímetros para 2065 y de 40 a 63 centímetros
para 2100 en relación al periodo de referencia de 1986-2005. La
mayoría de los efectos del cambio climático persistirán durante
muchos siglos, incluso si se detienen las emisiones.
Existen
pruebas alarmantes de que se pueden haber alcanzado o sobrepasado
puntos de inflexión que darían lugar a cambios irreversibles en
importantes ecosistemas y en el sistema climático del planeta.
Ecosistemas tan diversos como la selva amazónica y la tundra
antártica pueden estar llegando a umbrales de cambio drástico
debido al calentamiento y a la pérdida de humedad. Los glaciares de
montaña se encuentran en alarmante retroceso y los efectos
producidos por el abastecimiento reducido de agua en los meses más
secos tendrán repercusiones sobre varias generaciones”.
El
informe que hace el grupo de expertos no pretende alarmar a la
población ni se hace en base a opiniones subjetivas de sus
redactores, sino que se fundamenta en aportaciones de numerosos
científicos de muy diversas ramas de la ciencia. El mismo no deja
lugar a dudas sobre la realidad de la emergencia climática en la que
nos encontramos y lo irreversible de la situación si no se toman
medidas urgentemente.
LOS
INSTRUMENTOS JURÍDICOS SOBRE EL CAMBIO CLIMÁTICO
Entre
1972 y 2012 se han realizado cuatro Conferencias
de las
Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente
y su Desarrollo, también conocidas como Cumbres de la Tierra.
Estocolmo
1972. Fue la primera gran conferencia que se organizó sobre
cuestiones medioambientales.
Participaron
113 países y numerosos organismos intergubernamentales y no
gubernamentales. Se acordó una Declaración que contiene 26
principios sobre el medio ambiente y el desarrollo y un plan de
acción con 109 recomendaciones. Como consecuencia de esta cumbre se
creó el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente
que es el organismo de la
ONU que coordina sus actividades ambientales
Río
de Janeiro 1992. En esta cumbre participaron 172 gobiernos,
incluidos 108 jefes de Estado y de Gobierno. Se aprobó una
declaración sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, que aclara el
concepto de desarrollo sostenible, un programa de acción para el
siglo XXI, llamado Agenda 21, con recomendaciones relativas a la
aplicación de los principios de la declaración así como la
Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático,
que afirma la necesidad de reducir las emisiones de gases de efecto
invernadero y que condujo a la firma en 1997 del Protocolo de Kioto.
Cumbre de la Tierra de Johannesburgo 2002.
Estuvieron presentes unos
180 países. Sirvió para hacer un balance de la anterior cumbre,
celebrada en Río de Janeiro en 1992. Estuvo centrada en el
desarrollo sostenible y aunque se aprobó
el
Informe de la Cumbre Mundial sobre el Desarrollo Sostenible,
fueron muy pocos los acuerdos concretos aprobados, especialmente por
la actitud de Estados Unidos y la Unión Europea a los que
representantes de diversas
ONGs acusaron de defender los intereses de las multinacionales.
Cumbre Río+20 de
2012.
Con la participación de 193 delegaciones,
pero con
importantes ausencias como Barack Obama, Angela Merkel o David
Cameron. Se aprobó un documento de mínimos calificado de
“decepcionante” o “fracaso colosal” por los grupos
ecologistas y ONGs.
Protocolo
de Kyoto.
En 1995 los
países iniciaron las negociaciones para fortalecer la respuesta
mundial al cambio climático y dos años después, adoptaron el
Protocolo de Kyoto. Este obliga jurídicamente a los países
desarrollados firmantes del
protocolo a cumplir unas
metas de reducción de las emisiones. El primer período de
compromiso del Protocolo comenzó en 2008 y finalizó en 2012. El
segundo período de compromiso empezó el 1 de enero de 2013 y
terminará en 2020.
Acuerdo de París. Se celebró en el 2015. Se alcanzaron una serie de acuerdos con el objetivo de combatir el cambio climático y acelerar e intensificar las acciones y las inversiones necesarias para un futuro sostenible con bajas emisiones de carbono. El principal objetivo del Acuerdo de París era reforzar la respuesta mundial a la amenaza del cambio climático, manteniendo el aumento de la temperatura mundial en este siglo por debajo de los 2˚C con respecto a los niveles preindustriales y proseguir con los esfuerzos para limitar aún más el aumento de la temperatura a 1,5˚C. El 22 de abril de 2016, 175 líderes mundiales firmaron el Acuerdo de París en la Sede de las Naciones Unidas en Nueva York. Este fue, con diferencia, el acuerdo internacional que más países firmaron en un solo día. Otros también lo han firmado desde entonces. Actualmente hay 184 países que se han sumado al Acuerdo de París. Sin embargo, en 2017 Donald Trump anunció la salida de Estados Unidos del Acuerdo.
Cumbre
del Clima 2019. También
conocida como COP25, tuvo lugar en Madrid en diciembre de dicho año.
El objetivo era reunir a representantes de todo el mundo con el fin
de encontrar vías para reforzar el cumplimiento del Acuerdo de
París. A pesar de las grandes expectativas que se despertaron con la
celebración de esta cumbre, los resultados han sido decepcionantes.
Aunque el lema de la cumbre era el esperanzador, Tiempo de actuar,
esta
ha estado a punto de terminar en un rotundo fracaso. Finalmente
se llegó a un acuerdo in extremis
que no ha conseguido aprobar
la reglamentación sobre los mercados internacionales de emisiones de
gases de efecto invernadero. La
declaración "anima" a los países a "aprovechar la
oportunidad en 2020", año
en que se celebrará la próxima cumbre en Glasgow; de
reflejar mayor ambición, ese
año en que los países tienen previsto cerrar planes nacionales
donde incorporar sus medidas, recortes, previsiones… contra el
calentamiento, según se desprende del Acuerdo de París. Según
Ecologistas en Acción "La declaración Chile-Madrid no supone
un incremento de ambición real. Se trata de una declaración
simbólica que no se materializará al no fijar tiempos comunes".
El secretario general de
Naciones Unidas, Antonio Guterres, ha asegurado que se siente
"decepcionado con los resultados" de la cumbre y
que "la
comunidad internacional ha perdido una oportunidad importante de
mostrar una mayor ambición en mitigación, adaptación y finanzas
para afrontar la crisis climática". Según
la ONG Greenpeace "Los gobiernos deben deben replantearse
totalmente cómo han actuado, porque el final de esta COP es
totalmente inaceptable".
Ante
esta incapacidad de los gobiernos para llegar a acuerdos que frenen
el cambio climático, la sociedad civil y muy especialmente jóvenes
de todo el mundo, se han venido manifestando exigiendo a los
políticos que se tomen medidas que garanticen que la Tierra sea un
planeta habitable. Greta
Thunberg ha movilizado a decenas de miles de personas en Madrid y ha
acaparado la atención como ningún otro participante en la cumbre.
Ha ejercido de altavoz al ceder la voz para que se escucharan
historias como la de los jóvenes indígenas o los científicos y
ha encabezado una marcha
multitudinaria de personas que pedían más acción.
A pesar de las evidencias expuestas por la comunidad científica
sobre las devastadoras consecuencias de lo que ya se considera una
emergencia climática y las exigencias de la sociedad civil ¿por qué
los dirigentes políticos no son capaces de tomar las medidas que se
consideran imprescindibles? Las razones habrá que buscarlas en el
sistema económico.
FRENAR
EL CAMBIO CLIMÁTICO Y MANTENER EL CRECIMIENTO ECONÓMICO
"La
emergencia climática es la consecuencia de un sistema económico,
político y social injusto. Exigimos responsabilidad a políticos y
empresas". Estas declaraciones las ha realizado Teresa
Ribera, ministra para la Transición Ecológica del gobierno de
España. Algunos datos: tan solo 100 empresas son las responsables
del 71% del total de emisiones de CO2. La mitad de las emisiones
globales son emitidas únicamente por el 10% de las personas más
ricas. Por tanto parece evidente que para enfrentar lo que ya se
considera una emergencia climática, es imprescindible actuar sobre
el sistema económico.
Además
de los daños medioambientales directos: inundaciones, prolongados
periodos de sequía, desaparición de la capa de hielo de los polos,
aumento del nivel del mar... Cada vez resulta más evidente que el
cambio climático también es un factor desestabilizador de primer
orden. Según las Naciones Unidas, en la actualidad existen más
refugiados por causas climáticas que por guerras: más de 20
millones de personas. La escasez de recursos naturales
imprescindibles para la vida, como el agua potable, y su repercusión
en la disminución de las cosechas y la ganadería, tienen una
incidencia directa sobre los intereses nacionales y la propia
supervivencia de países y territorios. De hecho comienza a hablarse
de “guerras climáticas”. Pero hay una dimensión más humana del
problema, la que afecta a la vivienda, los medios de vida y la
disponibilidad de alimentos y agua, sobre todo entre los más
desfavorecidos. Se trata, en definitiva, de un problema global,
complejo e imposible de afrontar exclusivamente a nivel nacional, por
lo que exige una respuesta que necesariamente pasa por la
colaboración internacional.
Pero
como hemos visto, las continuas cumbres climáticas apenas consiguen
arrancar compromisos a las potencias más contaminantes. La razón
hay que buscarla en el sistema económico capitalista, que se basa en
el crecimiento continuo y la depredación cada vez mayor de recursos
naturales. Un sistema económico ilógico, tendente a la
hiperconcentración y al deterioro de todas las formas de vida. Los
grandes beneficiarios del sistema no están dispuestos a tomar
medidas tendentes a frenar el cambio climático que puedan suponer
una disminución de sus beneficios. Es imposible que un modelo, cuyo
cuerpo se sustenta en un proceso de acumulación ilimitada, dé
respuesta a las necesidades que tiene nuestro planeta.
Para
enfrentar la
crisis climática es necesario un mayor control democrático sobre la
economía. No
hay justicia social sin justicia ecológica, porque la primera
depende materialmente de los recursos existentes, de quiénes son sus
propietarios, del uso que hacen de ellos y de las instituciones
públicas y comunitarias que velan, aparentemente, por su
sostenimiento. Únicamente un movimiento que
cuestione las bases de funcionamiento del actual sistema, podrá
hacer frente a uno de los mayores retos a los que se enfrenta la
humanidad en estos momentos. Un movimiento que busque alternativas
que garanticen unos derechos básicos para el conjunto de la
población. Alternativas que tengan en cuenta los límites del
planeta, para que las futuras generaciones puedan seguir viviendo en
él. O enderezamos el rumbo de una economía pensada para unos pocos
o no habrá solución a corto ni largo plazo para la gran y verdadera
crisis que ya nos afecta a todos.
Sin
un cambio radical del modelo económico, de nuestra relaciones
sociales y en gran medida de nuestra forma de vida, no se puede
luchar contra la emergencia climática.
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