Pandemias
Enfermos de gripe española en 1918.
AP Photo/National
Museum of Health
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Escribo esta entrada en plena
pandemia de covid-19, cuando han transcurrido dieciséis días del
confinamiento decretado por el gobierno para frenar la expansión del
virus y las cifras oficiales de hoy informan que están
diagnosticados en todo el mundo 783.891 personas y los fallecidos son
37.759. En España se han diagnosticado 94.417 siendo 8.189 el número
de fallecidos. Pero por encima de la frialdad de estas cifras, lo más
destacado de esta pandemia es que está afectando a los habitantes de
prácticamente todos los países y las gravísimas consecuencias,
tanto sociales como económicas, que ya está teniendo.
Con esta entrada pretendo
traer a la memoria de sus posibles lectores las principales pandemias
a las que se ha enfrentado la humanidad, las medidas que en cada caso
se han ido tomando para frenar su expansión y finalmente
erradicarlas, la posibilidad de nuevas pandemias similares a esta y
analizar brevemente las consecuencias de las medidas que se están
tomando para luchar contra esta enfermedad.
Confío en que la lectura de
estas líneas sirva para trasmitir un mensaje de esperanza de que
pronto saldremos de esta situación, que a pesar de las graves
consecuencias que está teniendo podemos salir mejor, tanto social
como personalmente y en todo caso que sirvan para hacer más
entretenidas las largas horas de esta clausura forzada, pero
necesaria.
Epidemias y pandemias
La pandemia que actualmente
nos mantiene confinados a un tercio de la población mundial, comenzó
en diciembre de 2019, como una epidemia, en la ciudad de Wuhan,
capital de la provincia de Hubei, al oeste de Shanghái, en China. En
el mes de marzo del año 2020 fue declarado el estatus de pandemia
por la Organización Mundial de la Salud. Por tanto, se habla de dos
conceptos, epidemia y pandemia, que en algunas ocasiones se han usado
de forma indistinta pero que, aunque se refieren a situaciones
parecidas, conviene distinguirlas. Para ello he recurrido al
diccionario de la Real Academia Española, que nos ofrece las
siguientes definiciones:
Epidemia: Enfermedad que se
propaga durante algún tiempo por un país, acometiendo
simultáneamente a gran número de personas.
Pandemia: Enfermedad epidémica
que se extiende a muchos países o que ataca a casi todos los
individuos de una localidad o región.
Por tanto la diferencia entre
pandemia y epidemia no está en la gravedad de la enfermedad sino en
su extensión geográfica.
Prácticamente desde la
Antigüedad se han venido produciendo enfermedades que, a pesar de
las difíciles comunicaciones en comparación con la facilidad de las
actuales, llegaron a alcanzar una extensión tal que podrían ser
catalogadas como pandemias. Quizás las más conocidas sean las de
peste, que periódicamente afectaban a una parte importante de la
humanidad, generalmente introducidas a través de los puertos en los
que fondeaban los barcos que, además de mercancías o pasajeros,
transportaban los elementos patógenos causantes de tan terrible
enfermedad.
La literatura se ha hecho eco
de algunas de estas pandemias, especialmente la de peste negra que
tuvo lugar en el siglo XIV y que pudo
causar la muerte de más de un tercio de la población europea.
Una de las grandes obras de la literatura universal, El
Decamerón, de
Giovanni Boccacio, trata de los cuentos que se contaban los
protagonistas mientras estaban confinados en una villa, a las afueras
de Florencia, para evitar el contagio por la peste que estaba
azotando Italia.
El
progreso de las ciencias médicas, junto con la mejora en la
nutrición y en la higiene, posibilitaron una mayor resistencia ante
esos azotes y limitaron su frecuencia e intensidad. En este sentido
cobra gran importancia el efecto de la vacuna contra la viruela
descubierta por Edward Jenner en 1798.
Aquí voy a referirme a las
pandemias que tuvieron lugar a partir del siglo XIX hasta la
actualidad y las medidas que se tomaron para intentar evitar su
expansión y lograr la curación de las personas infectadas.
El cólera
La enfermedad que más
víctimas causó durante el siglo XIX fue el cólera. El mundo sufrió
en esos años seis pandemias de esta enfermedad, procedentes de focos
procedentes de la Península del Indostán. Las sucesivas epidemias
de cólera causaron millones de muertos en Europa, de los que unos
800.000 fallecieron en España.
La primera gran pandemia de
cólera que afectó a la Península Ibérica fue la que se declaró
en el Imperio Ruso en 1831. La invasión de Polonia por los soldados
rusos determinó su expansión por toda Europa. Ya en octubre se
registraron numerosos casos en Reino Unido y en marzo del siguiente
año llegó a Francia, contabilizando tan solo en París 18.400
muertos. En 1833 llegó a la Península Ibérica a través del puerto
de Vigo. Rápidamente se extendió por Andalucía, presentando la
mayor virulencia en Cádiz, Málaga y Sevilla. Su expansión desató
el miedo entre la población y en numerosos pueblos y ciudades se
realizaban rogativas y salidas procesionales invocando el favor
divino para frenar tan terrible enfermedad. No se conocía ningún
remedio para combatirla, por lo que las recomendaciones que
realizaban las autoridades, tanto políticas como sanitarias, iban
encaminadas a la mejora del saneamiento e higiene pública. En
principio se decretó cuarentena marítima contra los barcos
procedentes de Francia e Inglaterra, así como el corte de las
comunicaciones terrestres con Francia, Portugal y las ciudades
andaluzas donde se vieron los primeros brotes de cólera. Entre los
científicos se desató un gran debate sobre si la enfermedad era o
no contagiosa, triunfando finalmente la tesis de que el cólera morbo
era epidémico pero no contagioso, lo que hacía inútil cualquier
medida de confinamiento. La burguesía comercial, representada por
los liberales, se manifestó partidaria de la libertad de comercio y
por tanto de la de tránsito de personas y mercancías. Se levantó
la incomunicación marítima con Francia y se restablecieron las
comunicaciones interiores. Los intereses económicos prevalecieron
frente a la salud de los ciudadanos. Las cifras oficiales, según
indicaba García de Sámano en su Memoria
histórica del cólera morbo asiático,
publicada en 1857, señalan 449.264 personas infectadas y 102.511
fallecimientos. Investigaciones posteriores elevan esta última cifra
hasta los 300.000, un 3% de la población española.
Una nueva oleada de personas
infectadas por cólera morbo aparece en la primavera de 1854 en las
ciudades costeras españolas, extendiéndose a lo largo de 1855 por
todo el país. La memoria presentada por Nicasio Landa, médico
oficial de la epidemia, publicada en la Gazeta de Madrid el 12 de
diciembre de 1857, señala que hubieron 822.189 casos de cólera, con
236.744 fallecimientos.
En 1865, el cólera entra en
España por el puerto de Valencia, siendo las provincias más
afectadas Valencia, Palma, Gerona, León, Albacete, Huesca y Teruel.
Según señala Antonio Férnández García en su obra Epidemias
y enfermedad en Madrid:
"toda la vida
de la ciudad se altera: se cierran las escuelas y la Universidad; los
estudiantes regresan a sus hogares (...). De Madrid huye todo el que
puede. En los pueblos de Burgos y de Valladolid mueren bastantes de
los fugitivos; León pasa de una situación sanitaria óptima a otra
precaria porque en fondas y pensiones se hacinan los huidos de
Madrid. Los aristócratas huyen más lejos: Biarritz, París".
Situación que recuerda bastante a algunas de las que estamos viendo
en estos días. El recuento total de víctimas arroja un saldo de
120.000 fallecidos para toda España.
La epidemia de 1885 también
entró por las regiones levantinas afectando, sobre todo, a Teruel,
Zaragoza, Valencia, Castellón y Granada. Fueron invadidos 2.247
municipios repartidos por todas las provincias, afectando a 339.794
personas de las que murieron 120.245 víctimas mortales. Ya se había
descubierto el Bacillus vírgula, por Koch y Ferrán en 1884, así
como la vacuna que frenaría su expansión, pero las instituciones
médicas y gubernamentales seguían defendiendo la tesis tradicional
de la propagación atmosférica por las “miasmas”, de modo que se
siguió utilizando el láudano y el aislamiento físico.
A partir de 1923 está
prácticamente desaparecida de Europa gracias
a la identificación de su bacilo y la prevención sanitaria a cargo
del Estado para controlar la calidad del agua potable urbana o para
recoger las aguas residuales mediante sistemas de alcantarillado
subterráneo. Actualmente,
el cólera resurge periódicamente en buena parte del planeta donde
se sufre hambruna, donde más de 1.000 millones de personas no tienen
acceso al agua potable y 2.600 millones no disponen de saneamiento e
higiene básicos. En estos países el cólera sigue siendo sinónimo
de muerte segura.
La gripe
Otra enfermedad que ha causado
grandes pandemias es la conocida gripe. Se trata de una enfermedad
causada por virus, que cada año afecta a millones de personas de
todo el mundo. Generalmente cursa como una enfermedad leve pero puede
ser grave e incluso mortal, especialmente para personas mayores de 65
años, recién nacidos y personas con ciertas enfermedades crónicas.
Cada año aparece en otoño e invierno en zonas templadas. En los
países desarrollados, se ha establecido campañas de vacunación
anuales frente a la gripe para las personas con mayor riesgo de
contraer la enfermedad o que son más vulnerables a sus
complicaciones, lo que ha contribuido a disminuir su extensión y la
gravedad de sus efectos. El primer registro detallado de una gran
pandemia de gripe data de 1580 y desde entonces se ha contabilizado
treinta y una pandemias, tres de ellas en el siglo XX.
La que produjo mayor
mortalidad fue la conocida como “gripe española”. El 22 de mayo
de 1918, el diario ABC publicó en portada la aparición de una
enfermedad parecida a la gripe. Durante ese mes, se celebraron en la
capital las fiestas de San Isidro y las verbenas populares se
convirtieron en espacios ideales para el contagio. No obstante el
origen del virus estuvo en Estados Unidos. Desde allí, transportado
por los soldados americanos que luchaban en la Gran Guerra, llegó a
Europa. Los contendientes censuraron cualquier tipo de información
sobre la enfermedad que estaba diezmando a sus soldados. España, un
país neutral en la guerra, no censuró la publicación de los
informes sobre la enfermedad y sus consecuencias, de ahí que, pese a
ser un problema internacional, se le diera este nombre ya que por las
informaciones de la época parecía que era el único país afectado.
El sistema sanitario quedó
sobrepasado. Para frenar los contagios se cerraron los centros
educativos, desde las escuelas hasta la Universidad. Se controló el
transporte ferroviario, con cuadrillas que desinfectaban los trenes
para contener la expansión del virus. El rey Alfonso XIII y el jefe
de Gobierno, Manuel García Prieto, enfermaron. Se probaron sin éxito
algunas vacunas experimentales e incluso se aplicaron sangrías.
Muchos volvieron su vista al cielo. El obispo de Zamora, Álvaro
Ballano, afirmó: “El mal que se cierne sobre nosotros es
consecuencia de nuestros pecados y falta de gratitud, y por eso ha
caído sobre nosotros la venganza de la justicia eterna”. Organizó
misas en la catedral de la ciudad facilitando, probablemente, el
contagio del virus y se enfrentó a las autoridades sanitarias que
quisieron prohibir las misas. Con la llegada del verano, la epidemia
amainó, pero en otoño regresó con más fuerza. Según señala
Daniel Mediavilla, en un artículo publicado en El
País,
las cifras oficiales de muertos en España fueron terroríficas. En
1918, la gripe mató a 147.114 personas, en 1919 a 21.245 y en 1920 a
17.825. En aquellos años España tenía algo más de veinte millones
de habitantes, menos de la mitad de la población actual. En todo el
mundo se estima que causó entre 50 y 100 millones de muertes.
Las
otras grandes pandemias de gripe del siglo XX fueron la llamada gripe
Asiática, que cursó entre 1957 y 1958, causando unos 70.000
fallecimientos y la de Hong Kong, que tuvo lugar entre 1968-1969, con
un balance final de 47.000 muertos.
El
SIDA
Otra
gran pandemia del siglo XX es la de SIDA, causada por el virus de
inmunodeficiencia humana (VIH). El SIDA sigue siendo uno de los más
graves problemas de salud pública del mundo, especialmente en los
países de ingresos bajos o medianos. Más de dos tercios de todas
las personas con el VIH viven en África. Los primeros casos se
detectaron en 1981 y parece que ha venido para quedarse. A finales de
2018 había aproximadamente 37,9 millones de personas con el VIH.
Hasta la fecha ha causado más de 32 millones de muertes y sigue en
aumento.
La
gripe A
Ya
en el siglo XXI, concretamente el 11 de junio de 2009, la Directora
General de la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaraba que
la primera pandemia de gripe del siglo XXI había comenzado. Se
trataba de la gripe A. Tuvo una baja mortalidad, en comparación con
su amplia distribución, y causó 18.000 fallecimientos. El 10 de
agosto de 2010 la OMS anunció el fin de la pandemia, tras 14 meses y
después de haberle dado la vuelta al mundo. Las medidas que se
tomaron para impedir la extensión de la enfermedad fueron demasiado
alarmistas. El Centro Europeo para la Prevención y Control de
Enfermedades llegó a vaticinar que la gripe golpearía, en el peor
escenario, a tres de cada cuatro europeos. Cuando la vacuna estuvo
disponible, España encargó 37 millones de dosis. En diciembre de
2009, la OMS contabilizaba 12.220 muertes en el mundo, muchas menos
de las esperadas. La compra se rebajó luego a 13 millones de dosis.
Al final, resultó ser una gripe más benigna que la estacional y la
mitad de la reserva estratégica de vacuna nunca se llegó a
utilizar. Este alarmismo propició que, cuando se dieron los primeros
casos de Covid-19, una gran parte de la ciudadanía e incluso
autoridades sanitarias, dudaran de la extensión y gravedad de esta
nueva enfermedad.
Covid
19
Y
la última pandemia hasta la fecha es la del COVID-19, nombrada así
por la Organización Mundial de la Salud el 1 de diciembre de 2019 y
en el mes de marzo del año 2020 fue declarado el estatus de
pandemia, por la expansión del virus. Como antes se ha dicho, esta
pandemia comenzó como una epidemia en la ciudad de Wuhan, capital de
la provincia de Hubei, al oeste de Shanghái, China. Actualmente hay
infectados por este coronavirus en 202 países. Los síntomas más
comunes son fiebre, cansancio y tos seca. Estos síntomas suelen ser
leves y aparecen de forma gradual. Algunas personas se infectan pero
no desarrollan ningún síntoma y no se encuentran mal. La mayoría
de las personas (alrededor del 80%) se recupera de la enfermedad sin
necesidad de realizar ningún tratamiento especial. Alrededor de 1 de
cada 6 personas que contraen la COVID-19 desarrolla una enfermedad
grave y tiene dificultad para respirar. Las personas mayores y las
que padecen afecciones médicas subyacentes, como hipertensión
arterial, problemas cardíacos o diabetes, tienen más probabilidades
de desarrollar una enfermedad grave. La enfermedad puede propagarse
de persona a persona a través de las gotitas procedentes de la nariz
o la boca que salen despedidas cuando una persona infectada tose o
estornuda. Otras personas pueden contraer la COVID-19 si tocan
objetos o superficies sobre las que han caído estas gotas y luego se
tocan los ojos, la nariz o la boca.
Las
principales medidas que se están tomando para evitar la propagación
del virus son el confinamiento, cierre de fronteras y mantenerse a
más de un metro de distancia de otras personas. Especialmente se
recomienda lavarse las manos a fondo y con frecuencia usando un
desinfectante a base de alcohol o con agua y jabón, evitar tocarse
los ojos, la nariz y la boca y mantener una buena higiene de las vías
respiratorias. Eso significa cubrirse la boca y la nariz con el codo
doblado o con un pañuelo de papel al toser o estornudar. Se están
investigando posibles vacunas y distintos tratamientos farmacológicos
específicos. Hay ensayos clínicos en curso para ponerlos a prueba.
(Datos obtenidos de la página web de la Organización Mundial de la
Salud).
Consecuencias
La
actual pandemia está teniendo unas consecuencias que, de forma
desigual, está afectando a una gran parte de la humanidad. Además
de las lamentables consecuencias de enfermedad y de muerte, las
medidas tomadas para frenar su expansión tienen otras consecuencias
negativas. Las medidas de confinamiento suponen un aislamiento social
que puede provocar casos de ansiedad, especialmente en las personas
que viven solas. Si para todos es difícil soportar el aislamiento,
resulta mucho más grave para personas sin hogar, las que viven en
chabolas sin ningún tipo de medidas higiénicas o colectivos de
emigrantes que se encuentran en centros de internamiento. Las
personas mayores que se encuentran en residencias son las que están
sufriendo con mayor intensidad las consecuencias de la pandemia, con
altos índices de mortalidad o traslados forzosos a otras
residencias, lejos de su entorno y su familia. Mención especial
merece el trabajo que están realizando los sanitarios. Por su
continuo contacto con personas afectadas están teniendo un elevado
número de afectados, además del miedo a contagiar a sus familias.
Por otra parte los recortes que en la sanidad pública se llevaron a
cabo durante los años de auge del neoliberalismo y especialmente
durante la crisis que comenzó en 2008, han dejado una sanidad
pública con unos recursos insuficientes para hacer frente a una
pandemia como la actual, como estamos viendo cada día, en la que
faltan personal sanitario, como médicos y enfermeras, así como
material, camas hospitalarias y especialmente un número suficiente
de UCIs para atender a los enfermos más graves.
Pero
las consecuencias negativas que tendrán un impacto de más largo
alcance son las de carácter económico. Según el Fondo Monetario
Internacional la economía mundial registrará en 2020 una recesión
"tan mala o peor que la de 2009" como consecuencia del
impacto de la epidemia y de las medidas de contención implementadas
por muchos países. Su posible agravamiento en 2021 dependerá de la
rapidez con que se resuelva la crisis sanitaria. Esta crisis
provocará el cierre de empresas y consiguientemente aumentará de
forma considerable el número de parados. Y mucho me temo que el
capitalismo aprovechará la situación para dar una nueva vuelta de
tuerca en el recorte a los derechos de los trabajadores. Tendremos
que estar vigilantes para que las consecuencias económicas no las
paguen los de siempre, tanto durante la pandemia como una vez que
salgamos de ella. También hemos visto una vez más como la Unión
Europea sigue sin estar a la altura de las circunstancias,
demostrando los estados del norte su profunda insolidaridad y
provocando así un mayor rechazo a las instituciones comunitarias.
Por último se ha visto cómo algunos países como Estados Unidos o
Brasil, y no son los únicos, ponen los intereses económicos por
delante del derecho a la salud de los ciudadanos y otros como Hungría
aprovechan la situación para recortar derechos democráticos.
Pero
también puede tener consecuencias positivas. Ya
podemos comprobar, por ejemplo, el efecto que la reducción de
nuestra actividad y desplazamientos habituales tiene en el medio
ambiente: se ha reducido notablemente la contaminación en una
extensa zona de China, los sensores de calidad del aire de nuestras
ciudades están registrando valores inusualmente bajos de sustancias
que dañan nuestra salud. Resulta un claro ejemplo de esta
recuperación que el agua de Venecia ha recuperado su tono cristalino
y los peces y aves marinas han vuelto a sus canales. Se ha podido
comprobar la importancia de una sanidad pública de calidad y de
dotar de recursos a la investigación. Los aplausos que desde los
balcones ofrece la ciudadanía a los sanitarios son un claro ejemplo
de reconocimiento al sistema público de salud y a quienes lo hacen
posible. Estamos tomando conciencia de la importancia del contacto
con nuestros vecinos y de contar con servicios públicos de calidad.
Conclusiones
Como
hemos visto, la de COVID 19 no ha sido la primera pandemia a la que
se ha tenido que enfrentar la humanidad, pero lamentablemente tampoco
será la última. De esta pandemia hemos aprendido la rapidez de
contagio de posibles epidemias, en un mundo hiperconectado, con un
mercado globalizado y continuos desplazamientos de población a
grandes distancias. Con un capitalismo depredador que está
explotando hábitats, que hasta ahora eran salvajes, para la
obtención de madera, petróleo, minerales, aceite de palma, etc.
Esta invasión humana sin precedentes, multiplica los puentes entre
ecosistemas hasta el momento deshabitados y nuestra especie. En esta
pandemia, así como en otras anteriores, se ha visto cómo el virus
causante de la pandemia ha surgido del contacto de seres humanos con
otros mamíferos que hasta ahora habían tenido muy poca relación
con nuestra especie. Esta invasión de humanos en territorios hasta
ahora vírgenes, puede provocar que nuevos virus pasen de los
mamíferos que viven en esos territorios a los humanos, provocando
nuevos episodios de epidemias que, como hemos visto, pueden
convertirse rápidamente en pandemias.
Pero
cuando salgamos de esta ya no seremos los mismos. Habremos aprendido
que poniendo un poco de nuestra parte podemos recuperar parte del
daño que hemos hecho al medio ambiente. Habremos recuperado la
confianza en la sanidad y la investigación pública y la necesidad
de defenderla frente a los intereses privatizadores. Sabremos
reconocer que hay servicios que son imprescindibles para defendernos
de crisis globales como esta y que deben ser públicos. Habremos
tomado conciencia de pertenecer a la especie humana, capaz de hacer
frente a retos globales como este, que no tienen en cuenta las
fronteras. En conclusión podemos salir de esta pandemia siendo
mejores personas y con una sociedad mejor.
Sí, quizás tendemos a pensar que las grandes catástrofes es lo que les pasa a otros, y pronto olvidamos. Digo yo que será un mecanismo de defensa para afrontar la vida con optimismo y sin miedo al desastre.
ResponderEliminarEnhorabuena por tu artículo.