POPULISMOS

 

La palabra “populismo” se ha convertido en un trending topic. Medios de comunicación, políticos y redes sociales lo usan de forma indiscriminada. Se usa tanto para describir un partido como calificar una actuación política; la mayoría de las veces de forma peyorativa. Su uso se ha extendido tanto, que una búsqueda simple en Google devuelve 4.360.000 resultados. Sin embargo no todos los que lo usan dan el mismo significado a este concepto. Unos lo aplican a grupos de extrema derecha, incluso neonazis o fascistas, otros se refieren a grupos y partidos antisistema y que se pueden incluir en el espectro de la izquierda y otros a partidos, incluso gobiernos latinoamericanos. Las políticas del presidente norteamericano Donald Trump también han sido calificadas de populistas. Está claro que el calificativo se aplica a realidades muy distintas, incluso abiertamente contrarias. Por tanto creo que no está de más intentar clarificar este concepto.

En esta entrada recordaré un poco de historia sobre el uso de ese término, analizaré las características sobre las que hay más consenso y terminaré con unas conclusiones.

UN POCO DE HISTORIA

Su origen histórico se considera que está en un movimiento que tuvo lugar en el Imperio Ruso durante el siglo XIX y que grosso modo pretendía sustituir el zarismo por un sistema democrático. Se trataba de un movimiento poco homogéneo, tanto político como cultural, dos de cuyas organizaciones más conocidas fueron Voluntad del Pueblo y Repartición Negra. No descartaba el uso de la violencia y oponía la pureza del pueblo ruso, fundamentalmente campesinos, a las élites corruptas. También influyó en la creación de partidos de carácter agrario, sobre todo en el Este de Europa. El concepto de oposición pueblo-élite se dio en otros movimientos en América del Norte. En los Estados Unidos llegó a constituirse un partido de corte populista, el Partido del Pueblo, que logró representación en algunos Estados. Otros autores, como Antonio Rivera, fechan el momento fundacional en Suramérica, con la figura de Simón Bolívar.

Ya en el siglo XX se creó en Canadá el partido Los Granjeros Unidos de Alberta, que llegó a gobernar en la provincia de Alberta. En Suramérica actuaron personajes que reunían lo que podemos considerar las características fundamentales del populismo, como José María Velasco en Ecuador, Getulio Vargas en Brasil, Víctor Paz Estenssoro y Hernán Siles Zuazo en Bolivia y Juan Domingo Perón en Argentina.

En Francia se desarrollaron diversas figuras de populismo. El «poujadismo» en los años cincuenta, con discursos xenófobos y en contra de los intelectuales, dirigido a pequeños comerciantes y artesanos. Algo más tarde, el Frente Nacional, fundado en 1972 por Jean Marie Le Pen, con un discurso nacional popular que reclamaba la “preferencia nacional” frente a los extranjeros.

En la década de los noventa del pasado siglo se produce una segunda oleada de populismo latinoamericano con Carlos Menem en Argentina; en Brasil, con Fernando Collor de Mello; en Perú, con Alberto Fujimori; y en Venezuela con Chaves y posteriormente con Maduro. Después de la caída del Muro de Berlín, en las sociedades de la Europa central se produce un fenómeno de rechazo a la globalización y a la pérdida de la identidad histórica y cultural, silenciadas durante la época de integración en el bloque soviético. Se produce en primer lugar una vuelta al nacionalismo, que degenera en ultranacionalismo y da paso a gobiernos que se tildan de populistas. Es el caso de Polonia, Hungría, República Checa, Eslovenia y Eslovaquia. Todos estos países tienen además en común que tienen gobiernos que se consideran iliberales, ya que coinciden en poner límites a la libertad individual y económica para frenar los efectos de la globalización que puede diluir su identidad cultural.

La crisis financiera que comenzó en 2008 provocó un nuevo auge de los populismos. En Italia, tras los gobiernos populistas de Berlusconi con su Forza Italia, se suceden el populismo de extrema derecha de Matteo Salvine y su Liga Norte y el Movimento 5 Stelle, fundado por Beppe Grillo, que pretendía una democracia directa, sin intermediarios, a través de foros y blogs en línea. En diversos países europeos se consolidan grupos populistas y de extrema derecha así como movimientos como los forconi en Italia o los chalecos amarillos en Francia.

La victoria de Donald Trump en las elecciones presidencias de los Estados Unidos en 2016, coincidiendo con los gobiernos de Vladimir Putin en Rusia, Jair Bolsonaro en Brasil o Rodrigo Duterte en Filipinas, representan una nueva oleada de populismo. La derrota de Trump ha supuesto un revés para estos gobernantes y los gobiernos iliberales de Europa Central, pero el trumpismo y el populismo siguen vivos.

ALGUNAS CARACTERÍSTICAS

Como se ve el térmico populismo se aplica a realidades bien distintas, algunas claramente contrarias, por lo que se hace necesario determinar qué tienen en común todos estos partidos, personajes o actuaciones políticas para que se les haya englobado dentro del populismo.

Buceando en diversas publicaciones sobre el tema se puede comprobar que es un término de difícil definición. El diccionario de la Real Academia Española ayuda poco, ya que lo define como “Tendencia política que pretende atraerse a las clases populares”. Ulloa Tapia lo define como aquella estrategia carente de ideología que se manifiesta antes, durante y después de los procesos electorales y que recurre a un discurso popular en el que se ofrecen remedios instantáneos ante las demandas sociales, también se ataca a sus enemigos o se los crea de manera ficticia puesto que siempre debe tratar de derribar a un poder establecido con supuestos caracteres opresores sobre el pueblo, pero un pueblo entendido de modo global, sin aspiraciones de ser delimitado claramente.

Por su parte Torres Ballesteros piensa que se trata de “(...) un movimiento político (o la fase de un movimiento más amplio) que se basa, para su eficacia, en amplias movilizaciones de masas a partir de una retórica de contenido fundamentalmente emocional y autoafirmativo, centrada en torno a la idea de “pueblo” como depositario de las virtudes sociales de justicia y moralidad, y vinculada a un líder, habitualmente carismático, cuya honestidad y fuerza de voluntad garantiza el cumplimiento de los deseos populares”.

De estas definiciones ya podemos deducir algunas características, que podemos aplicar a la mayoría de los grupos que se consideran populistas. Veamos algunas de ellas.

El pueblo como protagonista: los populistas sustituyen la tradicional división marxista en clases sociales que luchan por su hegemonía (trabajadores-burguesía), por la oposición entre el pueblo y la élite. Se parte de la idea de que la sociedad está separada en dos grupos enfrentados entre sí: "el verdadero pueblo" y "la élite corrupta". El pueblo es mucho más que la clase trabajadora y engloba a todos los que se sienten oprimidos por las élites: trabajadores, feministas, minorías étnicas, LGTB, disidentes políticos... Frente a la minoría que componen las élites, el sistema político y el poder financiero, el pueblo lo forman la inmensa mayoría.

El pueblo enfrentado a sus enemigos: A pesar de las diferencias entre estos fenómenos llamados populistas, todos pueden analizarse como indicio del descontento creciente hacia los representantes políticos y en gran medida hacia una forma de globalización que produce paro, precariedad y pérdida de identidad. Muchos consideran como principal enemigo del pueblo el capitalismo globalizado, que produce multitud de antagonismos sociales a partir de las crisis ecológicas, el desempleo masivo, el machismo, etc. Y los responsables de este estado de cosas son los representantes políticos tradicionales, que son incapaces de resolver esas situaciones y el poder financiero, cuyo único objetivo es la obtención de beneficios. También es frecuente que se difundan noticias que hablan de determinadas conspiraciones contra los intereses del pueblo o de sus líderes, como hemos visto recientemente en el caso de las elecciones estadounidenses.

Líder carismático: En la mayoría de los casos se observa que en los grupos o movimientos populistas aparece un líder carismático, que es capaz de recoger algunas de las demandas del pueblo y ofrecer propuestas de solución, aunque en muchas ocasiones puedan parecer imposibles de realizar. Los casos de Donald Trump en Estados Unidos, Bolsonaro en Brasil, Putin en Rusia o Viktor Orbán en Hungría son representativos de ese tipo de líderes populistas que son capaces de movilizar a grandes sectores de población. También a menor escala muchos movimientos y grupos tienen sus propios líderes, capaces de recoger las aspiraciones del grupo que lidera y ofrecer soluciones a sus demandas.

Propuestas de remedios simples: Cuando el sistema político que configuran los partidos tradicionales no es capaz de ofrecer soluciones a las demandas del pueblo, surge con fuerza la necesidad de grupos alternativos, capaces de ofrecer soluciones simples para problemas de gran envergadura. Precisamente uno de los motivos por los que los populismos atraen a tanta gente, especialmente en periodos de crisis, es por su capacidad de plantear soluciones sencillas para problemas complejos. Generalmente estas propuestas no son capaces de resolver los problemas a los que se enfrentan pero de ello se hace responsable al propio sistema.

Carencia de ideología: El populismo no es una ideología y tampoco tiene una que le sea exclusiva. De hecho hay autores que definen el populismo como “un lenguaje emocional que se puede insertar en cualquier partido político de cualquier tendencia ideológica”. Los populistas tampoco tienen una forma específica de organización. Se podría decir que la característica fundamental de los movimientos populistas es la adaptabilidad. Por tanto el populismo puede ser progresista o conservador, de origen rural o urbano. Las protestas que se iniciaron el 15 de mayo de 2011 en España, que decían no ser ni de izquierdas ni de derechas, suponían un rechazo al bipartidismo PSOE-PP, por tanto a la derecha e izquierda “oficiales”. Si bien existen partidos cuya actuación política se puede considerar claramente populista, también están los partidos tradicionales que están perfectamente integrados en el sistema, y que pueden tener actuaciones de carácter populista.

Dirigido a las emociones: Una de las características en las que coinciden la mayoría de los que han estudiado el fenómeno populista es la preeminencia de un discurso de carácter fuertemente emocional, basado en conceptos como el patriotismo; el supremacismo étnico frente a otras minorías; el rechazo a las imposiciones externas que pueden poner en peligro su propia identidad, lo que en muchas ocasiones se puede traducir en xenofobia y especialmente rechazo a los emigrantes. Los sentimientos de pertenencia, de identidad, de rechazo, determinan la visión que tienen los individuos de su papel en la sociedad y a esos sentimientos apela el populismo. También a la sensación de opresión que pueden ejercer las minorías dominantes y la necesidad de liberarse de ese yugo.

Utiliza el referéndum como arma: Un fenómeno que se ha dado con bastante frecuencia es la utilización del referéndum como arma a utilizar para conseguir determinados objetivos. Lo vimos en el caso del convocado por el presidente ruso Yeltsin en abril de 1993, los referéndums francés y holandés de rechazo a la Constitución Europea en 2005, el referéndum griego de rechazo a las políticas de rescate de la economía griega de la Comisión Europea, el BCE y FMI, la consulta de Crimea para acordar su integración en Rusia o más recientemente el referéndum del brexit para sacar al Reino Unido de la Unión Europea. Se trata de lo que algunos han tildado de “referéndums de combate”. En todos los casos se trata de resolver con un o un NO problemas complejos.

CONCLUSIONES

Como decía al principio el calificativo de populismo se puede aplicar a situaciones muy diversas. Si bien es cierto que en la sociedad actual la clase trabajadora en exclusiva no puede ser la protagonista en la solución de los múltiples retos a que nos enfrentamos, el concepto de pueblo es algo tan difuso y a la vez tan amplio que difícilmente puede ser el actor del necesario cambio. En todo caso el protagonista puede ser la clase trabajadora, junto con otros movimientos que sin ser parte integrante de esa clase social sufren las consecuencias del capitalismo globalizado, el machismo, el racismo y la xenofobia.

Actuaciones de carácter populista se pueden observar en partidos tanto de la derecha como de la izquierda, pero referirnos a los partidos de extrema derecha como populistas es una cortina de humo que difumina sus perfiles y normaliza su discurso. No podemos confundir el populismo con el fascismo o el nazismo y todas sus derivaciones.

El término “democracia iliberal” designa un gobierno democráticamente elegido que restringe la libertad. Pueden detectarse en todo el mundo estas llamadas democracias iliberales, desde la Rusia de Putin hasta algunos países de Asia, así como en algunos países de Europa central. Si bien tienen actuaciones políticas claramente populistas, también se caracterizan por sus derivaciones autoritarias.

Además de las crisis políticas y económicas y la desafección a los partidos tradicionales, las redes sociales también están jugando un papel decisivo en el auge del populismo.

Por último considero que el populismo no es una ideología ni una doctrina política, sino de una forma de hacer política que, en un momento dado, pueden utilizar partidos de toda tendencia ideológica.

Comentarios

Entradas populares de este blog

BREVE HISTORIA DEL TURISMO Y SUS CONSECUENCIAS

Israel

PRENSA Y POLÍTICA