50 AÑOS DEL MAYO FRANCÉS ¿QUÉ QUEDA DE AQUELLOS DÍAS?
Estos días se cumplen 50 años de la rebelión de jóvenes y obreros que tuvo lugar en París en mayo de 1968 y que se conoce como el mayo francés. Para algunos fue una revuelta, para otros una verdadera revolución, pero en lo que todos coinciden es en que aquellos hechos, de alguna forma, marcaron nuestra memoria colectiva. Menos evidente resulta saber qué ha quedado de aquellas movilizaciones de estudiantes y obreros y en qué afecta a nuestro presente. Numerosos medios de comunicación hacen sus análisis o recrean lo que pasó en aquellos días para conmemorar estos acontecimientos. Sirva esta entrada del blog como una modesta aportación a esta conmemoración, sin más pretensión que aportar datos para una reflexión sobre lo que pasó y la influencia de aquellos hechos en nuestro presente.
Los antecedentes
A los años sesenta del pasado siglo XX se les conoce también como la década prodigiosa. En el contexto internacional, realmente fue una década de grandes acontecimientos y su último año fue especialmente pródigo en hechos de gran repercusión y que ejercieron una gran influencia en los años posteriores. Desde el punto de vista económico, esta década se encuentra en el punto central de lo que para el mundo occidental se ha venido en llamar los 30 años gloriosos, que estaría situado en el periodo comprendido entre 1945 y 1975. El fin de la segunda guerra mundial dio paso a un periodo con un fuerte incremento de la productividad y del intercambio de bienes y capitales. El consumo aumentó de forma espectacular y el desarrollo de la industria provocó el traslado de la población rural hacia las ciudades. La mujer se incorporó al mercado de trabajo definitivamente. Fruto de la globalización del mercado fue la creación de las grandes multinacionales.
Este periodo se considera la “edad de oro” de los Estados de bienestar. El concepto clave en estos años es el de economía mixta, de modo que el aspecto social se considera complementario del económico. Las protecciones legales de los trabajadores se amplían paulatinamente y se complementan con las políticas de protección social. Las rentas familiares crecen de manera regular, favoreciendo un consumo que propicia el crecimiento. Los costes sociales son asumibles en un sistema de alta ocupación y un breve periodo de inactividad ya que los años de jubilación son cortos. No obstante, esta situación de crecimiento y consolidación del Estado de bienestar no se dio en todos los países y no benefició a toda la población por igual. En esta explosión de consumismo se producía el descontento de amplias capas sociales que no tenían los recursos necesarios para responder a esta sociedad de consumo, poniendo al descubierto la gran desigualdad que existía.
En cuanto a la política internacional dos grandes hechos marcan la década de los años sesenta: la construcción europea y la guerra fría. El 25 de marzo de 1957 Francia, Italia, República Federal Alemana, Bélgica, Países Bajos y Luxemburgo constituyen la Comunidad Económica Europea. La aprobación en 1962 de la Política Agraria Común suponía un evidente impulso a la agricultura europea, garantizando la autosuficiencia alimentaria. Esto junto a la liberalización de los intercambios económicos, favoreció enormemente el desarrollo económico de los países que formaban parte del Mercado Común.
Por otra parte, el enfrentamiento entre el bloque capitalista, encabezado por Estados Unidos, y el socialista que dirigía la U.R.S.S., se manifestó prácticamente desde el final de la segunda guerra mundial. Las grandes potencias eran conscientes de que un enfrentamiento entrañaba unas consecuencias imprevisibles pero que, en cualquier caso, supondría una destrucción masiva. Para evitar ese enfrentamiento directo se puso en práctica una estrategia de lucha indirecta apoyando o derrocando gobiernos que permitieran extender la influencia de uno de los bloques o debilitaran al otro contendiente. Esa guerra fría incluía una carrera armamentística para intimidar al adversario y a la que había que destinar enormes recursos económicos. En el contexto de la Guerra fría, la contención del comunismo era un imperativo político en los Estados Unidos. Una vez finalizada la guerra de Indochina Vietnam fue dividido en dos repúblicas independientes. En Vietnam del Norte, bajo la presidencia de Hô Chi Minh, se formó una república socialista, mientras que en el Sur se instaló una dictadura salpicada de corrupción, a la que apoyaron los Estados Unidos. Ante la creación de un frente de liberación de Vietnam del Sur, el Vietcong, apoyado por Hô Chi Minh, a partir de 1961 los americanos empezaron a enviar apoyos militares, en principio en forma de asesores pero el número de militares fue aumentando de forma que en 1968 participaban en la guerra de Vietnam 485.000 soldados norteamericanos. El ejército norteamericano no estaba preparado para luchar en una guerra de guerrillas, en un escenario de jungla y con participación de la población civil. Ante la imposibilidad de terminar de forma rápida con la guerra, la moral militar bajó de forma considerable y se cometieron asesinatos, torturas, violaciones y toda clase de violencias que afectaban de forma especial a mujeres y niños. La publicación de estas actuaciones en las televisiones y otros medios de comunicación, influyó de forma decisiva en la creación de una opinión pública que de forma cada vez más mayoritaria, condenaba la participación de los Estados Unidos en la guerra. En la creciente oposición a la guerra, que se expresaba en muchas ocasiones en manifestaciones, tuvieron un papel muy importante los jóvenes, que en gran número eran movilizados para ser enviados a la guerra. Las acciones de repulsa contra la actuación de los Estados Unidos también tuvieron lugar en Europa y, por supuesto, entre los estudiantes parisinos.
En los años sesenta también se produjo una revolución que ha tenido un papel crucial en la globalización del mundo actual. Se trata de la revolución de las comunicaciones. Al continuo desarrollo de medios de comunicación como el telégrafo, el teléfono, la radio o los nuevos métodos de reprografía, se unió un elemento que tuvo un papel fundamental en esta revolución: la televisión. La inclusión de la imagen y el sonido en un medio de comunicación que comenzaba a ser masivo, cambió radicalmente las comunicaciones. La posibilidad de conocer lo que estaba pasando en cualquier parte del mundo, viendo y oyendo lo que estaba ocurriendo, hizo realidad lo que Marshall Mcluhan llamó la aldea global. Como acabamos de ver, su influencia en el desarrollo de la guerra de Vietnam fue decisiva.
Movimientos juveniles y contraculturales
En EE.UU. a comienzos de los años cincuenta aparece lo que en un artículo del New York Times Magazin se llamó la “generación beat”. Se trataba de un grupo de escritores que rechazaban los valores sociales dominantes, propugnaban la liberación sexual y la experimentación a través de las drogas. Este movimiento, en principio minoritario, tuvo su continuidad a partir de los años sesenta en un movimiento de masas que se conoció como movimiento hippy. Millones de jóvenes de todo el mundo reaccionaron contra el modo de vida de sus padres, dirigieron sus ojos hacia la espiritualidad de Oriente o hacia otras alternativas culturales. Como nuevas propuestas culturales pretendieron volver a la naturaleza, siendo su símbolo más identificativo la flor. Rechazaban toda forma de violencia y practicaron el pacifismo. Frente a la guerra de Vietnam proclamaban el slogan “Haz el amor, no la guerra”, que se ha venido utilizando hasta nuestros días.
A los años sesenta del pasado siglo XX se les conoce también como la década prodigiosa. En el contexto internacional, realmente fue una década de grandes acontecimientos y su último año fue especialmente pródigo en hechos de gran repercusión y que ejercieron una gran influencia en los años posteriores. Desde el punto de vista económico, esta década se encuentra en el punto central de lo que para el mundo occidental se ha venido en llamar los 30 años gloriosos, que estaría situado en el periodo comprendido entre 1945 y 1975. El fin de la segunda guerra mundial dio paso a un periodo con un fuerte incremento de la productividad y del intercambio de bienes y capitales. El consumo aumentó de forma espectacular y el desarrollo de la industria provocó el traslado de la población rural hacia las ciudades. La mujer se incorporó al mercado de trabajo definitivamente. Fruto de la globalización del mercado fue la creación de las grandes multinacionales.
Este periodo se considera la “edad de oro” de los Estados de bienestar. El concepto clave en estos años es el de economía mixta, de modo que el aspecto social se considera complementario del económico. Las protecciones legales de los trabajadores se amplían paulatinamente y se complementan con las políticas de protección social. Las rentas familiares crecen de manera regular, favoreciendo un consumo que propicia el crecimiento. Los costes sociales son asumibles en un sistema de alta ocupación y un breve periodo de inactividad ya que los años de jubilación son cortos. No obstante, esta situación de crecimiento y consolidación del Estado de bienestar no se dio en todos los países y no benefició a toda la población por igual. En esta explosión de consumismo se producía el descontento de amplias capas sociales que no tenían los recursos necesarios para responder a esta sociedad de consumo, poniendo al descubierto la gran desigualdad que existía.
En cuanto a la política internacional dos grandes hechos marcan la década de los años sesenta: la construcción europea y la guerra fría. El 25 de marzo de 1957 Francia, Italia, República Federal Alemana, Bélgica, Países Bajos y Luxemburgo constituyen la Comunidad Económica Europea. La aprobación en 1962 de la Política Agraria Común suponía un evidente impulso a la agricultura europea, garantizando la autosuficiencia alimentaria. Esto junto a la liberalización de los intercambios económicos, favoreció enormemente el desarrollo económico de los países que formaban parte del Mercado Común.
Por otra parte, el enfrentamiento entre el bloque capitalista, encabezado por Estados Unidos, y el socialista que dirigía la U.R.S.S., se manifestó prácticamente desde el final de la segunda guerra mundial. Las grandes potencias eran conscientes de que un enfrentamiento entrañaba unas consecuencias imprevisibles pero que, en cualquier caso, supondría una destrucción masiva. Para evitar ese enfrentamiento directo se puso en práctica una estrategia de lucha indirecta apoyando o derrocando gobiernos que permitieran extender la influencia de uno de los bloques o debilitaran al otro contendiente. Esa guerra fría incluía una carrera armamentística para intimidar al adversario y a la que había que destinar enormes recursos económicos. En el contexto de la Guerra fría, la contención del comunismo era un imperativo político en los Estados Unidos. Una vez finalizada la guerra de Indochina Vietnam fue dividido en dos repúblicas independientes. En Vietnam del Norte, bajo la presidencia de Hô Chi Minh, se formó una república socialista, mientras que en el Sur se instaló una dictadura salpicada de corrupción, a la que apoyaron los Estados Unidos. Ante la creación de un frente de liberación de Vietnam del Sur, el Vietcong, apoyado por Hô Chi Minh, a partir de 1961 los americanos empezaron a enviar apoyos militares, en principio en forma de asesores pero el número de militares fue aumentando de forma que en 1968 participaban en la guerra de Vietnam 485.000 soldados norteamericanos. El ejército norteamericano no estaba preparado para luchar en una guerra de guerrillas, en un escenario de jungla y con participación de la población civil. Ante la imposibilidad de terminar de forma rápida con la guerra, la moral militar bajó de forma considerable y se cometieron asesinatos, torturas, violaciones y toda clase de violencias que afectaban de forma especial a mujeres y niños. La publicación de estas actuaciones en las televisiones y otros medios de comunicación, influyó de forma decisiva en la creación de una opinión pública que de forma cada vez más mayoritaria, condenaba la participación de los Estados Unidos en la guerra. En la creciente oposición a la guerra, que se expresaba en muchas ocasiones en manifestaciones, tuvieron un papel muy importante los jóvenes, que en gran número eran movilizados para ser enviados a la guerra. Las acciones de repulsa contra la actuación de los Estados Unidos también tuvieron lugar en Europa y, por supuesto, entre los estudiantes parisinos.
En los años sesenta también se produjo una revolución que ha tenido un papel crucial en la globalización del mundo actual. Se trata de la revolución de las comunicaciones. Al continuo desarrollo de medios de comunicación como el telégrafo, el teléfono, la radio o los nuevos métodos de reprografía, se unió un elemento que tuvo un papel fundamental en esta revolución: la televisión. La inclusión de la imagen y el sonido en un medio de comunicación que comenzaba a ser masivo, cambió radicalmente las comunicaciones. La posibilidad de conocer lo que estaba pasando en cualquier parte del mundo, viendo y oyendo lo que estaba ocurriendo, hizo realidad lo que Marshall Mcluhan llamó la aldea global. Como acabamos de ver, su influencia en el desarrollo de la guerra de Vietnam fue decisiva.
Movimientos juveniles y contraculturales
En EE.UU. a comienzos de los años cincuenta aparece lo que en un artículo del New York Times Magazin se llamó la “generación beat”. Se trataba de un grupo de escritores que rechazaban los valores sociales dominantes, propugnaban la liberación sexual y la experimentación a través de las drogas. Este movimiento, en principio minoritario, tuvo su continuidad a partir de los años sesenta en un movimiento de masas que se conoció como movimiento hippy. Millones de jóvenes de todo el mundo reaccionaron contra el modo de vida de sus padres, dirigieron sus ojos hacia la espiritualidad de Oriente o hacia otras alternativas culturales. Como nuevas propuestas culturales pretendieron volver a la naturaleza, siendo su símbolo más identificativo la flor. Rechazaban toda forma de violencia y practicaron el pacifismo. Frente a la guerra de Vietnam proclamaban el slogan “Haz el amor, no la guerra”, que se ha venido utilizando hasta nuestros días.
También hubo una vertiente politizada de la generación hippy en EE.UU. En torno al movimiento de Estudiantes por una Sociedad Democrática, se sucedieron manifestaciones masivas de jóvenes como la marcha sobre el Pentágono de octubre de 1967 o la ocupación de la Universidad de Columbia en 1968. El movimiento de liberación negro tuvo como una de sus expresiones el grupo de los Black Panthers, que combinaron actuaciones de resistencia pasiva con guerrilla urbana y movilización.
Manifestaciones y barricadas en las calles de París
El movimiento hippy y los movimientos contraculturales que aparecieron en Estados Unidos y que pasaron a Europa en la segunda mitad de los años sesenta, detectaban un movimiento juvenil que deseaba liberarse del mundo que les había tocado vivir y que les parecía demasiado viejo. Denunciaban el totalitarismo de un sistema capitalista que se ocultaba bajo formas supuestamente democráticas. Por otra parte se trataba de una generación muy politizada, en la que tuvieron gran influencia un Sigmund Freud reinterpretado y las ideas del viejo profesor Herbert Marcuse, que incluían una renovación cultural del marxismo.
A finales de la década la agitación política afectó a todo el mundo. Algunos de sus hitos fueron la revolución cultural en China, la llamada Primavera de Praga, aplastada por los tanques del Pacto de Varsovia, las protestas contra la guerra de Vietnam, junto a los movimientos estudiantiles en Estados Unidos a que antes se ha hecho referencia. El momento culminante de este fenómeno tuvo lugar en París en mayo de 1968. Los grupos marxistas predicaban la revolución. La Universidad se convirtió en centro del debate político y pronto a los estudiantes se unieron trabajadores que no podían responder a la cada vez más acuciante presión de la sociedad de consumo.
El comienzo del movimiento estudiantil tuvo lugar el 3 de mayo en la Sorbona donde se realizaba una asamblea de estudiantes como protesta por el cierre de la Facultad de Nanterre, a las afueras de París. La policía penetró en el recinto universitario para restablecer el orden alterado por un grupo de estudiantes que había ocupado los locales de la universidad. El desalojo se saldó con 400 heridos y multitud de detenidos. Entre los dirigentes estudiantiles de la revuelta destacaba el anarquista alemán Daniel Cohn-Bendit, conocido como Danny el Rojo. La agitación se contagió a todas las universidades. En el patio de la Universidad de la Sorbona se celebró un mitin en el que intervinieron Cohn-Bendit, Alain Krivine y Jacques Sauvageot, que fueron detenidos y conducidos a comisaría, junto con varios centenares de estudiantes. El 10 de mayo se realizó una manifestación por las calles de París en la que, junto a los estudiantes universitarios, participaron los estudiantes de enseñanza media. Algunas de las propuestas que reflejaban en las pintadas eran: “Decid siempre no por principio”, “Decreto el estado de felicidad permanente”, “Prohibido prohibir”, “La imaginación al poder”. La noche del 10 al 11 se produjeron nuevas revueltas y para hacer frente a la actuación policial se montaron barricadas. Dos días después tuvo lugar una gigantesca manifestación por las calles de París, en la que desfilaron más de un millón de personas y en la que, junto a los estudiantes, participaron los obreros.
El movimiento hippy y los movimientos contraculturales que aparecieron en Estados Unidos y que pasaron a Europa en la segunda mitad de los años sesenta, detectaban un movimiento juvenil que deseaba liberarse del mundo que les había tocado vivir y que les parecía demasiado viejo. Denunciaban el totalitarismo de un sistema capitalista que se ocultaba bajo formas supuestamente democráticas. Por otra parte se trataba de una generación muy politizada, en la que tuvieron gran influencia un Sigmund Freud reinterpretado y las ideas del viejo profesor Herbert Marcuse, que incluían una renovación cultural del marxismo.
A finales de la década la agitación política afectó a todo el mundo. Algunos de sus hitos fueron la revolución cultural en China, la llamada Primavera de Praga, aplastada por los tanques del Pacto de Varsovia, las protestas contra la guerra de Vietnam, junto a los movimientos estudiantiles en Estados Unidos a que antes se ha hecho referencia. El momento culminante de este fenómeno tuvo lugar en París en mayo de 1968. Los grupos marxistas predicaban la revolución. La Universidad se convirtió en centro del debate político y pronto a los estudiantes se unieron trabajadores que no podían responder a la cada vez más acuciante presión de la sociedad de consumo.
El comienzo del movimiento estudiantil tuvo lugar el 3 de mayo en la Sorbona donde se realizaba una asamblea de estudiantes como protesta por el cierre de la Facultad de Nanterre, a las afueras de París. La policía penetró en el recinto universitario para restablecer el orden alterado por un grupo de estudiantes que había ocupado los locales de la universidad. El desalojo se saldó con 400 heridos y multitud de detenidos. Entre los dirigentes estudiantiles de la revuelta destacaba el anarquista alemán Daniel Cohn-Bendit, conocido como Danny el Rojo. La agitación se contagió a todas las universidades. En el patio de la Universidad de la Sorbona se celebró un mitin en el que intervinieron Cohn-Bendit, Alain Krivine y Jacques Sauvageot, que fueron detenidos y conducidos a comisaría, junto con varios centenares de estudiantes. El 10 de mayo se realizó una manifestación por las calles de París en la que, junto a los estudiantes universitarios, participaron los estudiantes de enseñanza media. Algunas de las propuestas que reflejaban en las pintadas eran: “Decid siempre no por principio”, “Decreto el estado de felicidad permanente”, “Prohibido prohibir”, “La imaginación al poder”. La noche del 10 al 11 se produjeron nuevas revueltas y para hacer frente a la actuación policial se montaron barricadas. Dos días después tuvo lugar una gigantesca manifestación por las calles de París, en la que desfilaron más de un millón de personas y en la que, junto a los estudiantes, participaron los obreros.
Tras las manifestaciones, el 13 de mayo los sindicatos convocaron una huelga general que se fue extendiendo al conjunto del país. Diez millones de personas se sumaron a la mayor huelga de la historia del país. El Gobierno del general De Gaulle no sabía cómo responder a una movilización tan masiva y que ponía en solfa la tranquila sociedad francesa. Los comunistas miraban el movimiento con bastante desconfianza. Ante la posibilidad de que el movimiento fuera capitalizado por algunos dirigentes políticos, como el antiguo jefe del Gobierno Pierre Mendès-France, que contaban con las simpatías de muchos estudiantes de izquierdas, el general De Gaulle propuso un referéndum para llevar a cabo grandes cambios y ratificar la confianza que tenían en él los franceses. La respuesta se concretó en una nueva noche de enfrentamientos y barricadas. Finalmente el Gobierno aceptó negociar las reivindicaciones de los trabajadores en lo que se refería al aumento salarial, la disminución de la jornada de trabajo y algunos derechos sindicales. Aunque una parte de los trabajadores no estuvo conforme con los acuerdos, la mayoría abandonó la huelga. El 30 de mayo una gran manifestación de los partidarios del general De Gaulle recorrió los Campos Elíseos bajo el lema “En defensa de la República”. El gobierno ilegalizó a los grupos de extrema izquierda, prohibió las manifestaciones y expulsó a Daniel Cohn-Bendit.
Las denominadas “elecciones del miedo” celebradas en junio fueron un triunfo para los gaullistas de la UDR (Unión para la Defensa de la República) que logró mayoría absoluta, mientras el centro se hundía y la izquierda perdió casi cien diputados. Finalmente el anunciado referéndum se celebró en abril de 1969. Aunque De Gaulle confiaba en su victoria después de los resultados electorales de once meses antes, lo perdió por lo que dimitió automáticamente.
Mayo del 68 en España
Mientras en la esfera internacional se producían estos cambios, en España continuaba la dictadura de Franco que, sin cambiar en lo esencial en lo que se refiere a la negación de los derechos y libertades de los españoles, por fuerza había tenido que modificar en algo sus formas exteriores para adaptarse a los nuevos tiempos y lograr su supervivencia.
España se incorporó, aunque con un gran retraso, a los grandes cambios económicos que desde bastante antes se estaban produciendo en el mundo y que más arriba hemos descrito como los 30 años gloriosos. Los tres factores en los que sustentó el desarrollo económico fueron el turismo, la liberalización de inversiones extranjeras y la emigración a Europa. De estos el que tuvo mayor importancia fue el turismo, con un crecimiento incesante debido, además del clima, las playas y los monumentos, a los bajos precios de la oferta turística en relación con el nivel económico de nuestros visitantes. Entre las consecuencias positivas de la llegada masiva de turistas están, además de los beneficios económicos, su aportación al cambio de los hábitos culturales. Estos cambios contrastaban con la escasa liberalización del sistema político.
Mientras tanto, la dictadura mostraba su peor cara. Todavía en 1963 fue fusilado el dirigente comunista Julián Grimau, tras ser torturado y arrojado por una ventana de la Dirección General de Seguridad. Su asesinato produjo un fuerte movimiento de condena, tanto en el exterior como entre la oposición interior al régimen, especialmente la realizada por el partido comunista a través de la emisora Radio España Independiente, la conocida como radio pirenaica y que era seguida por una gran número de españoles. Ante esa contradicción entre desarrollo económico y mínima apertura, se produjo un fuerte aumento de la oposición al régimen.
En la década de los sesenta, una parte importante de la oposición la protagonizaron los estudiantes universitarios. En marzo de 1965 tuvo lugar en Madrid una importante manifestación de estudiantes a la que se sumaron algunos profesores. Como consecuencia fueron expulsados a perpetuidad los profesores José Luís López-Aranguren, Agustín García Calvo, y Enrique Tierno Galván. Las asambleas de estudiantes en las universidades se convirtieron en algo cotidiano, así como la presencia de la policía nacional, conocida como los grises, para disolverlas. Coincidiendo con una de estas intervenciones de la policía, en enero de 1968 un estudiante de la facultad de Filosofía de la Universidad de Madrid lanzó contra la policía el crucifijo que estaba colgado en el aula. Esto provocó fuertes reacciones de repulsa y la celebración de misas de desagravio. También se cerraron varias facultades de la Universidad de Madrid. En marzo el Gobierno autorizó la entrada de la policía en las facultades para disolver la asambleas y detener a lo estudiantes sin necesidad de la autorización del rector. El ministro de Educación, Manuel Lora Tamayo, fue destituido y su lugar lo ocupó José Luís Villar Palasí. Uno de los actos más emotivos fue el recital que dio el 18 de mayo el cantante Raimon en la Facultad de Económicas, ante una masiva asamblea de estudiantes y en el que se gritaron consignas en contra de la dictadura y tras el cual se organizó una marcha hacia el centro de la ciudad, produciéndose numerosas detenciones. La principal característica del movimiento estudiantil en estos años era su gran heterogeneidad en multitud de grupúsculos de tendencia trotskista, maoísta o anarquista si bien el grupo con mayor presencia era el PCE. Aunque, como ocurría con los estudiantes franceses, en los manifiestos y pintadas aparecían condenas a la guerra de Vietnam o la represión soviética en Praga, el objetivo prioritario de la lucha de los estudiantes era el fin de la dictadura franquista. La prensa nacional se hacía eco de los acontecimientos que estaban ocurriendo en París, aunque poniendo el énfasis en la violencia de los enfrentamientos con la policía y el papel dirigente que “informaba” estaba teniendo el Partido Comunista francés. Así el diario catalán Tele Expres en la edición de 18 de mayo, bajo un gran titular “El movimiento estudiantil pasa a segundo plano” denuncia que la agitación social se extiende como reguero de pólvora y que el paro afecta ya al sector público y que “los sindicatos controlados por el P.C. reivindican las acciones de protesta”. En la edición de 24 de mayo del diario Pueblo se recogía en portada, en grandes titulares “Anoche en París, otra vez barricadas. Violentos choques en el barrio latino”. En páginas interiores incluía un artículo de Pilar Nervión describiendo los enfrentamientos entre la policía y los estudiantes en protesta por la decisión del Gobierno de prohibir la entrada en Francia de Cohn-Bendit. Sin embargo el diario Madrid publicó el 30 de mayo un artículo de Rafael Calvo Serer que titulaba “Retirarse a tiempo: No al general De Gaulle”, en el que criticaba lo que llamaba gobierno personal o autoritario de De Gaulle y establecía un paralelismo entre la situación que se estaba viviendo en Francia y la española, defendiendo la necesidad de hacer posible la participación y criticando el papel que en ambos casos estaba jugando el Jefe del Estado. Refiriéndose directamente a Franco, afirmaba “Si a Francia se le presenta el problema de la sucesión de De Gaulle y del régimen de la V República, también con estas características está planteado en España.” Como consecuencia de este artículo, el periódico fue suspendido por dos meses.
Las consecuencias
Según uno de los testigos directos de aquellos días, el catedrático Luís Palacios Bañuelos “Mayo del 68 fue una explosión de energía juvenil colectiva, acumulada durante aquella década prodigiosa en la que cambió la concepción del mundo”. A partir de entonces la juventud adquirió un protagonismo que no había tenido antes. Aunque fue un movimiento que tuvo lugar en París, sus raíces son más globales y entre ellas hay que incluir el inconformismo de los jóvenes norteamericanos. Por otra parte, la televisión y otros medios de comunicación transformaron un movimiento inicialmente local, en uno global y el inconformismo y los mensajes antiautoritarios y anti sistema se extendieron por todo el mundo. Si bien los únicos resultados aparentes de aquellos días fueron unas mejoras salariales y de las condiciones laborales de los trabajadores franceses, muchas de las propuestas como el ecologismo, el feminismo o el antimilitarismo, se plantearon en esos días. Se puso en solfa la rigidez de la autoridad tanto en la familia como en el trabajo o la universidad y abrió el camino a otras conquistas que tenían que ver con el pacifismo, la ecología, el respeto a las minorías o el papel de la mujer en las que actualmente seguimos empeñados. Como con tantos otros acontecimientos de nuestro pasado reciente, parte de lo que somos ahora y de algunas luchas y reivindicaciones actuales se lo debemos a aquellos día de mayo del 68.
Bibliografía
CARABANTE MUNTADA, J.M.: “Política de la posmodernidad (una interpretación de las claves intelectuales de mayo del 68)”, Foro: Revista de ciencias jurídicas y sociales, n.º 7 (2008), pp. 179-195.
DEL RÍO GABARAIN, E.: “Cambios ideológicos en los movimientos alternativos”, Historia Actual Online, n.º 40, (2016), pp. 153-159.
HARO TECGLEN, E.: “El mayo francés. Barricadas en París”, en PRADO, J.M. (Dir.): Los grandes hechos del siglo XX. Vol. 9. Los años dorados. Barcelona. Ediciones Orbis, 1982, pp. 61-72.
PALACIOS BAÑUELOS, L.: “La herencia del mayo ‘68”, La Abolafia: Revista de Humanidades y Cultura, n.º 4 (2015), pp. 121-134.
SZPUNBERG, A.: “El movimiento hippy. Los caminos de la contracultura”, en PRADO, J.M. (Dir.): Los grandes hechos del siglo XX. Vol. 9. Los años dorados. Barcelona. Ediciones Orbis, 1982, pp. 13-24.
TUSELL, J.: Manual de Historia de España. Siglo XX. Madrid. Historia 16, 1994.
URTEAGA OLANO, E.: “Los Estados de bienestar ante la globalización”, Portularia: revista de trabajo social, vol extra, 12, año 2012, p. 214
Las denominadas “elecciones del miedo” celebradas en junio fueron un triunfo para los gaullistas de la UDR (Unión para la Defensa de la República) que logró mayoría absoluta, mientras el centro se hundía y la izquierda perdió casi cien diputados. Finalmente el anunciado referéndum se celebró en abril de 1969. Aunque De Gaulle confiaba en su victoria después de los resultados electorales de once meses antes, lo perdió por lo que dimitió automáticamente.
Mayo del 68 en España
Mientras en la esfera internacional se producían estos cambios, en España continuaba la dictadura de Franco que, sin cambiar en lo esencial en lo que se refiere a la negación de los derechos y libertades de los españoles, por fuerza había tenido que modificar en algo sus formas exteriores para adaptarse a los nuevos tiempos y lograr su supervivencia.
España se incorporó, aunque con un gran retraso, a los grandes cambios económicos que desde bastante antes se estaban produciendo en el mundo y que más arriba hemos descrito como los 30 años gloriosos. Los tres factores en los que sustentó el desarrollo económico fueron el turismo, la liberalización de inversiones extranjeras y la emigración a Europa. De estos el que tuvo mayor importancia fue el turismo, con un crecimiento incesante debido, además del clima, las playas y los monumentos, a los bajos precios de la oferta turística en relación con el nivel económico de nuestros visitantes. Entre las consecuencias positivas de la llegada masiva de turistas están, además de los beneficios económicos, su aportación al cambio de los hábitos culturales. Estos cambios contrastaban con la escasa liberalización del sistema político.
Mientras tanto, la dictadura mostraba su peor cara. Todavía en 1963 fue fusilado el dirigente comunista Julián Grimau, tras ser torturado y arrojado por una ventana de la Dirección General de Seguridad. Su asesinato produjo un fuerte movimiento de condena, tanto en el exterior como entre la oposición interior al régimen, especialmente la realizada por el partido comunista a través de la emisora Radio España Independiente, la conocida como radio pirenaica y que era seguida por una gran número de españoles. Ante esa contradicción entre desarrollo económico y mínima apertura, se produjo un fuerte aumento de la oposición al régimen.
En la década de los sesenta, una parte importante de la oposición la protagonizaron los estudiantes universitarios. En marzo de 1965 tuvo lugar en Madrid una importante manifestación de estudiantes a la que se sumaron algunos profesores. Como consecuencia fueron expulsados a perpetuidad los profesores José Luís López-Aranguren, Agustín García Calvo, y Enrique Tierno Galván. Las asambleas de estudiantes en las universidades se convirtieron en algo cotidiano, así como la presencia de la policía nacional, conocida como los grises, para disolverlas. Coincidiendo con una de estas intervenciones de la policía, en enero de 1968 un estudiante de la facultad de Filosofía de la Universidad de Madrid lanzó contra la policía el crucifijo que estaba colgado en el aula. Esto provocó fuertes reacciones de repulsa y la celebración de misas de desagravio. También se cerraron varias facultades de la Universidad de Madrid. En marzo el Gobierno autorizó la entrada de la policía en las facultades para disolver la asambleas y detener a lo estudiantes sin necesidad de la autorización del rector. El ministro de Educación, Manuel Lora Tamayo, fue destituido y su lugar lo ocupó José Luís Villar Palasí. Uno de los actos más emotivos fue el recital que dio el 18 de mayo el cantante Raimon en la Facultad de Económicas, ante una masiva asamblea de estudiantes y en el que se gritaron consignas en contra de la dictadura y tras el cual se organizó una marcha hacia el centro de la ciudad, produciéndose numerosas detenciones. La principal característica del movimiento estudiantil en estos años era su gran heterogeneidad en multitud de grupúsculos de tendencia trotskista, maoísta o anarquista si bien el grupo con mayor presencia era el PCE. Aunque, como ocurría con los estudiantes franceses, en los manifiestos y pintadas aparecían condenas a la guerra de Vietnam o la represión soviética en Praga, el objetivo prioritario de la lucha de los estudiantes era el fin de la dictadura franquista. La prensa nacional se hacía eco de los acontecimientos que estaban ocurriendo en París, aunque poniendo el énfasis en la violencia de los enfrentamientos con la policía y el papel dirigente que “informaba” estaba teniendo el Partido Comunista francés. Así el diario catalán Tele Expres en la edición de 18 de mayo, bajo un gran titular “El movimiento estudiantil pasa a segundo plano” denuncia que la agitación social se extiende como reguero de pólvora y que el paro afecta ya al sector público y que “los sindicatos controlados por el P.C. reivindican las acciones de protesta”. En la edición de 24 de mayo del diario Pueblo se recogía en portada, en grandes titulares “Anoche en París, otra vez barricadas. Violentos choques en el barrio latino”. En páginas interiores incluía un artículo de Pilar Nervión describiendo los enfrentamientos entre la policía y los estudiantes en protesta por la decisión del Gobierno de prohibir la entrada en Francia de Cohn-Bendit. Sin embargo el diario Madrid publicó el 30 de mayo un artículo de Rafael Calvo Serer que titulaba “Retirarse a tiempo: No al general De Gaulle”, en el que criticaba lo que llamaba gobierno personal o autoritario de De Gaulle y establecía un paralelismo entre la situación que se estaba viviendo en Francia y la española, defendiendo la necesidad de hacer posible la participación y criticando el papel que en ambos casos estaba jugando el Jefe del Estado. Refiriéndose directamente a Franco, afirmaba “Si a Francia se le presenta el problema de la sucesión de De Gaulle y del régimen de la V República, también con estas características está planteado en España.” Como consecuencia de este artículo, el periódico fue suspendido por dos meses.
Las consecuencias
Según uno de los testigos directos de aquellos días, el catedrático Luís Palacios Bañuelos “Mayo del 68 fue una explosión de energía juvenil colectiva, acumulada durante aquella década prodigiosa en la que cambió la concepción del mundo”. A partir de entonces la juventud adquirió un protagonismo que no había tenido antes. Aunque fue un movimiento que tuvo lugar en París, sus raíces son más globales y entre ellas hay que incluir el inconformismo de los jóvenes norteamericanos. Por otra parte, la televisión y otros medios de comunicación transformaron un movimiento inicialmente local, en uno global y el inconformismo y los mensajes antiautoritarios y anti sistema se extendieron por todo el mundo. Si bien los únicos resultados aparentes de aquellos días fueron unas mejoras salariales y de las condiciones laborales de los trabajadores franceses, muchas de las propuestas como el ecologismo, el feminismo o el antimilitarismo, se plantearon en esos días. Se puso en solfa la rigidez de la autoridad tanto en la familia como en el trabajo o la universidad y abrió el camino a otras conquistas que tenían que ver con el pacifismo, la ecología, el respeto a las minorías o el papel de la mujer en las que actualmente seguimos empeñados. Como con tantos otros acontecimientos de nuestro pasado reciente, parte de lo que somos ahora y de algunas luchas y reivindicaciones actuales se lo debemos a aquellos día de mayo del 68.
Bibliografía
CARABANTE MUNTADA, J.M.: “Política de la posmodernidad (una interpretación de las claves intelectuales de mayo del 68)”, Foro: Revista de ciencias jurídicas y sociales, n.º 7 (2008), pp. 179-195.
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