ORIGEN Y CONSECUENCIAS DE LA CORRUPCIÓN POLÍTICA

 

De forma recurrente aparecen en los medios de comunicación y las redes sociales noticias sobre casos de corrupción política. Aunque el fenómeno no tiene nada de nuevo sino que, como veremos, está ligado a la organización social desde el principio de la civilización, los casos más recientes (Santos Cerdán, Ábalos, Montoro…) que afectan a los principales partidos del país, dan la impresión de que la corrupción impregna a toda la sociedad y muy especialmente a todos los partidos políticos, estén en el gobierno o en la oposición.

Sin embargo España no es un país corrupto. Son millares los ciudadanos que ejercen un cargo público, y que lo hacen de forma honesta; la mayoría de los españoles cumple sus obligaciones con el fisco; tampoco todas las transacciones económicas, entre ciudadanos o entre empresas, están contaminadas por la corrupción. A pesar de eso es raro el día en que no se publican noticias sobre algún caso de corrupción. Parece evidente que la corrupción, sea real o inventada para usar como arma política, preocupa realmente a la ciudadanía.

Con este artículo pretendo definir a qué llamamos corrupción, sus tipos y elementos que la componen. Quiero dar unas breves pinceladas sobre los orígenes y la historia de la corrupción política, las consecuencias negativas que comporta y exponer algunas conclusiones.


Qué es y tipos

Corrupción es una palabra polisémica, que puede abarcar muchos campos. Así en biología se puede utilizar para señalar la descomposición de tejidos orgánicos; en informática se refiere a errores en los datos almacenados o a su procesamiento; en economía define la obtención de beneficios ilícitos en las transacciones entre empresas o particulares… y así podríamos poner una larga lista de aspectos a los que podemos referirnos cuando hablamos de corrupción.

Pero en este artículo voy a referirme tan solo a lo que llamamos corrupción política. Muchos sociólogos han intentado definir el concepto para distinguirlo de otras prácticas políticas. Por otra parte, su significado y valoración moral ha ido cambiando con el tiempo y dependiendo del contexto social. Para Jens Ivo Engels “la corrupción es el abuso de un cargo público para un interés privado”. La RAE en su tercera acepción la define como “en las organizaciones, especialmente en las públicas, práctica consistente en la utilización indebida o ilícita de las funciones de aquellas en provecho de sus gestores”. Otras muchas definiciones coinciden en lo general con estas.

De las mismas podemos deducir que, para que se produzca la corrupción política, tiene que haber un funcionario o cargo público, que tenga acceso a los recursos del Estado, así como una persona física o jurídica que obtiene beneficios o ventajas ilícitas a partir de la actuación del funcionario corrupto; por tanto tiene que haber un corruptor y un corrupto.

La corrupción política puede ser de diversos tipos. La más clásica es la que se conoce como soborno, ofrecer o recibir dinero o regalos a cambio de favores o decisiones. También está muy extendido el tráfico de influencias, que consiste en utilizar el poder para obtener beneficios, ya sean personales o para terceros. Otras formas de corrupción son la malversación de fondos o el desvío de fondos públicos para beneficio privado; la prevaricación, por la que se dictan resoluciones políticas a sabiendas de que son injustas o ilegales. Una forma de corrupción que estuvo muy extendida en España durante el siglo XIX fue el caciquismo, por el que personas cercanas al poder utilizaban su influencia para beneficiar ilegalmente a otros a cambio de votos o poder. También se dan numerosos casos de nepotismo, una forma de corrupción que consiste esencialmente en aprovechar la situación política para beneficiar a familiares o amigos con empleos u otro tipo de favores. Últimamente se están destapando muchos casos de una forma especial de corrupción, que se da entre dirigentes políticos, que consiste en inflar el currículum con títulos académicos que nunca han tenido; esto les sirve para medrar dentro de los partidos, alegando unos méritos que obviamente no tienen, lo que beneficia a quien miente sobre su formación, obteniendo así una promoción política injusta, y que perjudica a quienes no han mentido. También se puede considerar una forma de corrupción la difusión de bulos, con la intención de perjudicar a otro grupo político, para obtener beneficios electorales.


Historia

La corrupción es tan antigua como la civilización humana. El primer caso del que tenemos constancia documental se dio en el antiguo Egipto, durante el reinado de Ramsés IX en el 1100 antes de nuestra era (a.n.e.). Entre los griegos en el año 324 a.n.e. Demóstenes, acusado de haberse apoderado de las sumas depositadas en la Acrópolis por el tesorero de Alejandro, fue condenado y obligado a huir. En la antigua Roma la corrupción era moneda corriente; los poderosos protegían a sus clientes con ayudas económicas o favores políticos, a cambio estos conformaban su escolta armada. También había acuerdos entre candidatos para repartirse los votos en los comicios.

Durante la Edad Media la corrupción política continuó estando bastante extendida. Algunos monarcas, además de imponer a sus súbditos grandes impuestos, les obligaba a concederles donaciones. Dante, el autor de la Divina Comedia, que ostentaba un cargo político en su Florencia natal, fue considerado culpable de malversación y condenado al exilio.

En la Edad Moderna no disminuyó esta lacra. El Duque de Lerma, valido de Felipe III, consiguió una enorme fortuna con sus prácticas corruptas: venta de cargos y tráfico de influencias. Convenció al rey de que trasladara la corte a Valladolid, donde previamente había comprado grandes propiedades inmobiliarias, que posteriormente vendió a la corte, obteniendo así grandes beneficios. La misma operación la repitió cuando le convenció de que volviera a trasladar la corte a Madrid. Acusado de corrupción, solicitó a Roma el capelo cardenalicio para poder beneficiarse de la inmunidad legal que este cargo concedía. La voz popular compuso una coplilla cuya letra decía: “Para no morir ahorcado, el mayor ladrón de España se vistió de colorado”. La novela picaresca del Siglo de Oro da buena cuenta de las prácticas corruptas, tan extendidas en la España de los siglos XVI y XVII.

El absolutismo impidió lo poco que el poder judicial podía hacer contra la corrupción política. Bajo el poder absoluto del monarca, al que todo le era permitido, los nobles aprovecharon su poder para obtener beneficios, especialmente con la venta de cargos a cambio de grandes sumas.

La mayor parte de los monarcas españoles de la monarquía Borbón fueron acusados de graves casos de corrupción. Fernando VII, que hizo gran parte de su fortuna con el comercio de esclavos, se vio salpicado por un caso fraudulento de compra de barcos a Rusia, por el que el monarca obtuvo grandes beneficios. Tras su muerte, la regencia de su viuda, M.ª Cristina de Borbón, se vio salpicada de numerosos casos de corrupción, siendo el más famoso el caso conocido como “el bolsillo secreto” con el que se calcula que obtuvo unos setenta y ocho millones de reales. Dados sus numerosos casos de corruptelas se vio obligada a renunciar a la regencia y se exilió en Francia. Tras la proclamación de la mayoría de edad de Isabel II volvió a España, continuando ambas con prácticas corruptas. María Cristina, Isabel II y su camarilla de palacio se autoadjudicaron, a través de empresas interpuestas, la mayor parte de las grandes inversiones que se realizaron en España entre 1833 y 1868. La Restauración de la dinastía Borbón tras el paréntesis del Sexenio revolucionario (1868-1874), supuso la vuelta de nuevos monarcas que también fueron acusados de corrupción. El último caso conocido es el del rey emérito, que fue acusado de fraude fiscal y que actualmente tiene fijada su residencia fuera de España.

La corrupción fue protagonista durante el período de la Restauración (1874-1923). Se trataba de un sistema basado en el turno entre los llamados partidos dinásticos, el Conservador y el Liberal, que era posible por estar fundamentado en el caciquismo, una práctica corrupta a la que antes se ha hecho referencia. La llegada del capitalismo no sólo no impidió la corrupción, sino que la convirtió en parte esencial del sistema. El gran aumento de las relaciones comerciales, los enormes presupuestos necesarios para las grandes inversiones en obras e infraestructuras y la aparición de los partidos de masas, que requerían un gran presupuesto para su funcionamiento y que tanto poder llegaron a acumular, fueron caldo de cultivo para que proliferaran los casos de corrupción, tanto individuales como de los partidos. La dictadura de Primo de Rivera, a pesar de sus propuestas regeneracionistas, no terminó con la corrupción y a la sombra de las grandes inversiones surgieron nuevas corrupciones. Si bien disminuyó de forma notable durante la II República tampoco estuvo exenta, con casos tan destacados como el que costó la presidencia de gobierno a Alejandro Lerroux. La posterior dictadura se basó esencialmente en una corrupción, iniciada durante el intento de golpe de Estado, que derivó en una guerra civil, que el general Franco justificó con falsas acusaciones contra la República y que siguió, propiciada desde el poder, para beneficiar a los miembros destacados del bando ganador.

La elevadas expectativas que se forjaron durante el proceso que dio paso a la democracia, pronto se vieron frustradas cuando se conoció el elevado número de casos de corrupción, protagonizados tanto por el PSOE como por el PP, partidos que conformaron un bipartidismo que ha ocupado la mayor parte del tiempo en nuestro actual sistema democrático. Entre los casos más mediáticos podemos recordar el de Luís Roldán, que era Director General de la Guardia Civil; Mariano Rubio, ex-Gobernador del Banco de España; Rodrigo Rato, que fue ministro de Economía y Director del Fondo Monetario Internacional y un largo etcétera de casos de corrupción que llenaron las portadas de los periódicos. Otros casos igualmente mediáticos han sido el de la llamada “policía patriótica”, que montaba operaciones contra dirigentes independentistas catalanes y contra Podemos y por la que están encausados el que fuera Ministro de Interior con el PP, Jorge Fernández y su Secretario de Estado de Seguridad, Francisco Martínez; el caso Bárcenas, sobre la contabilidad oculta del PP, el pago de sobresueldos a dirigentes del partido y la financiación ilegal del mismo; el caso Gurtel, por el que excargos del PP fueron condenados a penas de cárcel y en el que se establecía que el partido fue “partícipe a título lucrativo de los delitos cometidos por la trama corrupta”. También se condenó al extesorero Luís Bárcenas por el pago en dinero negro de las reformas que se realizaron en la sede central del PP.

Los casos más recientes afectan a los dos últimos responsables de organización del PSOE, José Luís Ábalos, que también fue ministro de Transportes con Pedro Sánchez y Santos Cerdán. Un caso de especial gravedad, es el que protagoniza quien fuera ministro de Hacienda en los gobiernos de José María Aznar y Mariano Rajoy, Cristóbal Montoro.


Conclusiones

A pesar de los numerosos casos de corrupción política que se han dado a lo largo de la historia y de los que aquí se ha señalado solo una ínfima parte de los que se han producido, la realidad es que son mayoría los cargos de representación política que lo hacen honradamente. Esa realidad no puede ocultar la gravedad de los casos de corrupción política que conocemos.

Entre sus posibles causas está evidentemente la actuación personal del político corrupto, así como de la persona o la empresa corruptora. Pero también depende de la forma de organización social; parece claro que a menor transparencia y falta de controles democráticos, más corrupción.

En cuanto a las consecuencias, conviene destacar que supone un grave peligro para la democracia. Aumenta el desafecto por la política y es caldo de cultivo para quienes están en contra de la democracia. La corrupción produce corrupción. Cuando se extiende la opinión de que todos son corruptos se crea la sensación en el que no lo es, de que está fuera de la corriente general y por tanto que está justificada la realización de prácticas corruptas en cuanto tiene ocasión. Cada caso de corrupción disminuye la confianza en los partidos democráticos y provoca el aumento de expectativas de los grupos de extrema derecha, convirtiéndose en instrumento de fascistización. También disminuye la eficiencia económica, provocando burbujas especulativas y desajustes en la distribución de la riqueza en favor de los ricos y poderosos. En una intervención de Antonio Maíllo se resumen muy bien estas consecuencias: La corrupción es consustancial al capitalismo, corroe la democracia, desactiva la conciencia cívica y el compromiso por lo común, hace aumentar el desafecto y es caldo de cultivo para quienes se presentan como salvadores”.

Con todas estas razones, resulta más que evidente que hay que tomar medidas para disminuir, todo lo que sea posible, los casos de corrupción. La lucha contra la corrupción ha de librarse en distintos campos a la vez. Para empezar, en los partidos políticos, que son los que seleccionan a quienes nos representan y que dirigen la gestión del Gobierno. Pero también es necesario que las empresas que participen en prácticas corruptas no puedan volver a contratar con la administración durante un tiempo suficientemente largo.

A raíz de los últimos casos de corrupción, el gobierno de coalición, PSOE-SUMAR, ha presentado quince medidas para luchar contra la misma, si bien a la fecha en que se escribe este artículo no se han puesto en vigor. Pero los instrumentos legales y los organismos que se crean, aunque necesarios, no son suficientes. Es necesario que las sociedad en su conjunto asuma los valores éticos que la inmunice contra las prácticas corruptas. Los medios de comunicación y la educación son aliados imprescindibles en esta lucha de todos.


Para saber más

Benedetto, Maria de. “Corrupción y lucha contra la corrupción desde una perspectiva regulatoria”, Eunomía. Revista en Cultura de la Legalidad, 24, pp. 402-417.

Carassale, Santiago. “Corrupción”. Eunomía. Revista en Cultura de la Legalidad, marzo – agosto 2013.

Engels, Jens Ivo. “La nueva historia de la corrupción. Algunas reflexiones sobre la historiografía de la corrupción política en los siglos XIX y XX. Ayer 115/2019. pp. 23-49.

Estefanía, Joaquín. “Contra los codiciosos: la corrupción viene de lejos”. El País. 22/6/2025.

Martín Pallín, José Antonio. “El virus de la corrupción”. El País. 30/7/2025.

Monge, Cristina “España no es un país corrupto”. El País. 9/7/2025.

Rubí, Gemma. “La corrupción general del siglo. Palabras y discursos sobre la corrupción política en la España del siglo XIX. Ayer 115/2019, pp. 131-157.

Rubio, Milagros. “Corrupción”. Página Abierta, 205, noviembre-diciembre de 2009.

Sandri, Piergiorgio M. “Historia de la corrupción”. La Vanguardia. 3/8/2012.

Tortosa, José M.ª. Corrupción. Icaria. Más madera. Barcelona, 1995.


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